Capítulo 4. Tradición y ciencia aplicada en el cultivo tabacalero del occidente de Cuba, 1878-1913

Los terrenos ideales en el fomento tabacalero

El conocimiento exacto del tipo de terreno resultaba ser un factor primordial en el cultivo del tabaco a la hora de modificar y/o mantener las propiedades físico-químicas del suelo, en función de la clase de hoja solicitada en el mercado. La fundamentación científica de este hecho escapaba a la comprensión del veguero, pero por experiencia sabía que la planta de tabaco requería limitar su desarrollo como condición indispensable para que la hoja no adquiriese un fuerte aroma y un gusto desagradable. Por esta misma razón los terrenos fértiles, tan cotizados en la siembra de la caña de azúcar, no fueron los más aptos en el fomento de este cultivo, que producía un tabaco grueso, acre, difícil de elaborar y de conservar, al que potenciaba las propiedades narcóticas de la planta[2]. En su lugar, los terrenos arcilloso-arenosos habían venido estableciéndose, desde tiempo inmemorial, como el ideal en el fomento tabacalero, debido a la pericia que caracterizaba al veguero que sólo confiaba en los resultados satisfactorios de la cosecha en dichos terrenos, aunque en ello hubiese podido incidir también el hecho de que el cultivo del tabaco fuese desplazado por la expansión de la caña de azúcar. A partir de 1880, sin embargo, el análisis de las tierras constituyó la piedra angular en las reformas agrícolas tabacaleras, de la que dependía no sólo el método de cultivo empleado en la obtención de diversos tipos de hoja, sino también la aplicación de las restantes técnicas agro científicas.

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